lunes, 24 de septiembre de 2012

El corazón de las Tinieblas, Joseph Conrad


Me leí por primera vez este libro en la Universidad. No sé si fue porque la edición estaba en inglés, porque era un libro de lectura obligatoria o porque aún no estaba lista, el caso es que no me enteré de nada. Ahora volvió a caer en mis manos y, después de leerlo con el aliento contenido, en el momento en el que lo acabé, me vi obligada a comenzarlo de nuevo.
Pero no nos engañemos. No es un libro de lectura fácil, ni por el modo en el que está escrito, ni por su argumento, ni por esa parte del ser humano sobre la que reclama atención. Es una obra oscura, muy muy oscura… tanto que nos lleva, nos obliga a remontarnos a través de la orilla del Támesis, a las tinieblas que asolaron al hombre hace milenios y cuyo temor continúa en nuestros corazones a pesar de los siglos transcurridos. La oscuridad del tiempo, un universal antropológico en mayúscula.
Y con el miedo, como no, la respuesta irracional del hombre: luchar contra la oscuridad llevando la civilización a todo rincón del planeta, aunque esa región ya esté civilizada. En todas partes está escrito que esta novela es una crítica voraz al colonialismo y estoy de acuerdo. Pero creo que podemos profundizar más al afirmar que es una crítica voraz a la mentira: a la mentira del colonialismo, a la mentira del hombre civilizado, a la mentira del mito de Kurtz, incluso a la mentira dicha, como le sucede a Marlow, para evitar un mal mayor. De hecho, hay un momento sublime en la novela en el que Kurtz comienza a hablar de “mi prometida, mi marfil, mi río, mi selva” y Marlow, como mero observador, espera ver como la selva estalla de risa ante el pequeño hombre que se quiere apropiar de todo. Otro momento similar sucede cuando Marlow, camino del Congo, se encuentra con un barco de bandera francesa encañonando la costa de África. ¡Se imaginan, un diminuto artefacto fabricado por el hombre, contra todo un continente! Según Conrad, los cañones herían los matorrales de la costa, pero en el barco se moría de fiebre a razón de tres soldados por día.
Otro de los temas en los que profundiza la novela es el salvajismo. ¿Quién es el salvaje? ¿El hombre que coloniza o el que es colonizado? Pues para sorpresa de todos, la novela no cae en esta dicotomía simplista de buenos y malos. Tanto el colonizador como el colonizado, el caníbal y el peregrino, tienen su lado salvaje y su lado más humano. En este sentido es muy gráfica la sorpresa de Marlow al ver que los caníbales que lleva como fuerza de trabajo en el barco no sucumben al hambre y, a pesar de que los blancos les dejan sin comida, no los matan y se los comen. En cambio, al final del relato, se narra como los peregrinos para divertirse, disparan a una nativa. Pero los peregrinos tienen también sus momentos de humanidad al enterrar a los muertos y, así, evitar que los caníbales devoren los cadáveres. Todos son humanos, y en su propia humanidad, en nuestra humanidad, viene incluido un lado muy oscuro, tenebroso, irracional.
Kurtz es la prueba que el relato da de ello. Es un hombre con unas cualidades únicas, excepcionales, que trascienden a todos los hombres que están a su alrededor. Es la Voz, la Voz que en Europa podría convertirse en una de las grandes, pero que en la soledad de la selva, vuelta hacía si misma, sucumbe a la soberbia y se proclama dios.
Como ídolo esclaviza a los nativos y utiliza los métodos más abyectos para obtener la mayor cantidad posible de marfil. Su fin es también revelador. Como rey midas, al morir su cuerpo queda atrapado por el objeto de codicia y su cráneo se reduce a una bola de marfil.
También es preciso destacar el papel de la mujer en la novela, a pesar de que por el ambiente en el que se desarrolla, son personajes con poca presencia, pero eso sí, capaces de cambiar el destino de los hombres.
Según Marlow la mujer vive en un mundo maravilloso, muy alejado de la realidad del horror y el papel del hombre es mantenerla en ese mundo que de ser de verdad “no sobreviviría a la primera puesta de sol”. Ese es el mundo de la tía de Marlow quien hace realidad su sueño de ser capitán fluvial, o el de la prometida de Kurtz a quien miente para no hacerla caer en el horror de una verdad construida sobre mentiras: la muerte del propio Kurtz.
Pero al lado de estas mujeres humanas, encontramos otras que tienen una dimensión mística que reside en su propia esencia, no en la autoproclamación. Este es el caso de las dos Moiras que se encuentran a la entrada de las oficinas de la Compañía. Hilanderas de lana negra. Dos, una vieja, el pasado y otra joven, el presente. Pero ninguna que represente el futuro, porque quien atraviesa esas puertas, no puede contar con un mañana. O también el caso de la amante negra de Kurtz, una diosa en la que está contenida toda la raza humana.
El Corazón de las Tinieblas es, en definitiva, una obra maestra de la literatura inglesa y de la universal. Curiosamente fue escrita en inglés por un polaco y habla del colonialismo belga, sin mencionar el británico. Probablemente porque fuera lo políticamente correcto. Pero lo que está claro es que en apenas 150 páginas es capaz de reflejar el lado más siniestro del ser humano y mostrarnos como, aun a nuestro pesar, todavía no nos hemos alejado demasiado de la oscuridad de los primeros tiempos.

 Algunas frases para recordar:


“La fuerza no es sino un accidente nacido de la debilidad de los demás”.

“… en esa penumbra verdosa. Traídos de todos los rincones de la costa, contratados en la legalidad, perdidos en un ambiente incómodo, alimentados de comidas desconocidas, enfermaban, se volvían inútiles, y entonces se les permitía arrastrarse y yacer allí.”

“…el redoble de los tambores lejanos… un sonido maravilloso, conmovedor, sugestivo y salvaje que quizá expresaba un sentimiento de tanta profundidad como el sonido de las campanas de la cristiandad.”













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