lunes, 19 de agosto de 2013

Trasgos ¿seres malvados o simplemente traviesos?


Tanto los que hemos leído y visto El Señor de los Anillos como aquellos que se han intentado mantener al margen del fenómeno, cada vez que oímos la palabra trasgo nos viene una cosa a la cabeza: un ser malvado, corto de entendederas y bastante viscoso que habita en las profundidades de la Tierra Media. 
De un plumazo las traducciones de El Señor de los Anillos lanzaron al olvido una de las criaturas mágicas que más tradición tiene en España.  Este fenómeno no es nuevo. Un ejemplo es la traducción de San Jerónimo que fue responsable de que el Moisés de Miguel Ángel luzca dos  cuernos más que diabólicos en la frente.
Como en el caso de Moisés, los pobres trasgos salieron mal parados de la traducción y se convirtieron en seres de pesadilla  que jamás podrían aparecer en un relato infantil sin ser los malos malísimos. Pero esto es un error.

Por tradición los trasgos son unas pequeñas criaturas con forma humana que habitan en las chimeneas de las casas. Son traviesos por naturaleza, hasta el punto de rozar la mala leche. Disfrutan escondiendo las cosas y desordenando la casa, pero si uno se porta bien con ellos, pueden llegar incluso a hacer favores y a proteger tu hogar. Vistos así, uno desea tener uno en casa (lástima que no tengo chimenea) y son, por lo tanto personajes dulces y divertidos, aptos para formar parte del imaginario infantil más allá de los papeles de villano. Por ejemplo, nuesto querido Pumuki era un trasgo.

Como nadie o casi nadie ha podido verlos (solo se advierte su presencia por las maldades que hacen en la casa), la literatura está llena de descripciones de trasgos que pueden ser hasta contradictorias. Pero para mi la más bella es sin duda la que hace Ana María Matute en su libro Olvidado Rey Gudú. Ahí nos habla del Trasgo del Sur “el más veloz y perfecto horadador de túneles subterráneos del que se tiene noticia.”
En Olvidado Rey Gudú (tienen suerte todos aquellos que aún no se la hayan leido pues podrán disfrutarla por primera vez) el trasgo es invisible para la mayor parte de las personas. Solo pueden percibirlos aquellos con una sensibilidad especial (como los niños). No obstante los trasgos corren el riesgo de perder este don si se contaminan con el cariño de los humanos o si “su nariz se colorea con demasiada frecuencia a causa del vino”. También sienten pánico al contacto con el agua.

Pues bien, es precisamente el trasgo de Ana María Matute el que me ha servido de inspiración para crear al compañero inseparable de Coco en El Fantasma de Ambrosia. Por el público al que va dirigido el libro, Bruno, mi pequeño trasgo, no siente ninguna afición por el vino, pero es un incansable horadador de túneles que unen todas las chimeneas del mundo. Aquí os dejo un fragmento que lo demuestra:

“Cuando consiguieron atravesarlo, Coco se quedó deslumbrado. El pasadizo desembocó en otro más grande que daba paso a una fabulosa red de túneles. Al contrario de lo que siempre había pensado, no eran oscuros ni fríos. Las miles de chimeneas encendidas en la superficie filtraban una tenue luz dorada y daban calor.
En ocasiones, las paredes de tierra se abrían, dejando paso a las raíces de los árboles. Sobre ellas, los trasgos habían tallado las esculturas de sus antepasados.”

Vivir en estos túneles tiene sus ventajas:

“Coco sorbió un poco. En el dulce sabor a tierra reconoció el Shaa, la bebida de los trasgos, famosa por sus cualidades para curar.
-¡Está caliente! –se sorprendió Coco-. No te he visto calentarla.
-Los trasgos nunca tenemos que calentar nada. Es un secreto. Nuestros túneles están conectados a todas las chimeneas del mundo y este en concreto tiene una muy cerca. Justo ahí detrás. De modo que todo lo que guardo se mantiene caliente.
-¿Qué pasaría si apagaran el fuego?
-Como te decía, estamos conectados a las chimeneas de todo el mundo. Si en el hemisferio norte es verano y los humanos no las encienden, nos abastecemos con las del sur, donde es invierno. Así nunca pasamos frío. ”


Si te interesa saber un poco más de los trasgos te invito a que descargues el libro El Fantasma de Ambrosia en el siguiente enlace o que si tienes alguna pregunta sobre ellos, me la dejes en el blog. Con gusto trataré de resolverla.
Ahora bien, a ver si alguien es capaz de aclararme la siguiente duda: 
¿Los diminutos son trasgos o no?


Espero que te haya gustado este post.



lunes, 12 de agosto de 2013

El fantasma de Ambrosia


Hace meses que no actualizo el blog, pero tengo una buena excusa. En este tiempo me he metido en un par de proyectos que me tienen a tope (de tiempo e ilusión). Por ejemplo, he comenzado un nuevo álbum ilustrado en colaboración con una antigua amiga del colegio. Nos conocemos desde los tres años. Ella llenaba los cuadernos de clases de dibujos y yo de historias, así que somos la pareja perfecta. Conforme avancemos os iré contando más cositas.
También empecé a trabajar como coordinadora editorial de Historias de Chicos de los Grandes, un libro en el que queremos demostrarle al lector que a través del esfuerzo y la perseverancia es posible llegar a conseguir sus metas. Para ello, estamos entrevistando a grandes personalidades del mundo de la política, espectáculo, comunicación, cultura, deporte, etc… Es un proyecto  interesante, que me trae muy ilusionada y al que dedico la mayor parte de mis días.
Pero sobre todo, quería aprovechar este post para anunciaros que, al fin, he publicado El Fantasma de Ambrosía, una novela infantil-juvenil (a partir de 10-12 años) que comencé en el 2009. Cuatro años de trabajo… casi nada.
La novela cuenta la historia de Blanca, una niña que estaba tranquilamente leyendo cuando descubre que el final de su libro está en blanco. Se pregunta qué podrá haber ocurrido, hasta que la aparición repentina de cinco extrañas piedras en su cama le demuestra que sus sospechas son ciertas. Corre hasta la chimenea de su casa. Allí los ojos de un pequeño trasgo que le sonríen desde la oscuridad le guían hacia el  Mundo Imaginario.
Aquí os dejo la portada y el link de Amazon. El primer capítulo es gratis. ¡Espero que os guste!