martes, 5 de diciembre de 2017

En el centro de la nada. Venturas de Miguel de Molinos



“Algún día tendríamos que consagrar España al arcángel san Miguel, (…)Miguel Servet, Miguel de Cervantes, Miguel de Molinos, Miguel de Unamuno (…). Cuatro migueles que asumen y resumen las esencias de España”.
Antonio Machado.


¿Por qué Juan de la Cruz y Teresa de Jesús se encuentran en el santoral y Miguel de Molinos, místico también y autor de una obra de calidad literaria similar a los de los anteriores, no? Esta es la pregunta a la que Santiago Asensio responde en su obra En el centro de la nada, una novela histórica que supera tanto en lenguaje como en técnica narrativa, el género literario en el que está inserta para adentrarnos, suavemente, casi sin darnos cuenta, en planteamientos teológicos e históricos de profunda trascendencia.
Miguel de Molinos, para aquellos que como yo no hayan oído de él, fue un religioso del siglo XVII que desarrolló en Roma una corriente basada en la contemplación, cercana (afirma el autor) al zen, pero dentro del marco de la religión católica, apostólica y romana.  Por un tiempo sus postulados fueron considerados ortodoxos y contaron con el apoyo del Papa y de varios cardenales. No obstante las rencillas existentes en la corte pontificia y los intereses franceses del momento hicieron que Miguel de Molinos pasara de ser considerado una persona santa a ser juzgado y condenado por la Inquisición. Es decir, fue una víctima del tiempo histórico que le tocó vivir. De haber nacido un poco antes, probablemente su Guía Espiritual acompañaría ahora en muchas estanterías a Cántico espiritual o a Camino de perfección y sería estudiada en los colegios.
Para narrar esta vida difícil y los pensamientos de este personaje, aún más complejos, Santiago Asensio recurre a una técnica original y fresca, pero de gran dificultad, lo que muestra su maestría: la polifonía. El libro comienza presentando a los distintos personajes (la gran mayoría históricos) a través de un interrogatorio de la Inquisición para que luego cada cual adquiera voz propia y pueda construir la biografía de Miguel de Molinos desde su perspectiva individual y sesgada. De este modo conocemos los argumentos de quienes le apoyaron, denostaron y de aquellos como Bernardo (cuya verdadera naturaleza es una de las sorpresas de la novela) simplemente le observaron y acompañaron durante su encierro.
A esta polifonía de voces se suma un castellano osado. Un lenguaje con claras reminiscencias al uso lingüístico del siglo XVII, pero que en ningún momento queda escollado en una burda imitación, sino que fluye permitiendo sentirnos dentro de la época narrada y sin perder un ápice de actualidad.
Tanto por la maestría literaria del autor como por la temática, recomiendo En el centro de la nada.