jueves, 15 de noviembre de 2012

PIJAMADA EN LA CALLE


Pijamada en medio de la calle

Terremoto en la noche


Ayer a las tres y media de la mañana mi cama empezó a temblar. Me recordó a la de la niña del Exorcista, solo que más fuerte. Al principio no sabía si estaba viviendo una experiencia paranormal (hace poco fue el día de muertos) o qué. Pero enseguida las puertas, las ventanas y, lo más preocupante, las paredes se pusieron a crujir al unísono como si formaran parte de un coro macabro. Y sí, ahí fue cuando me di cuenta: terremoto.
Desperté a mi familia y juntos nos refugiamos bajo el dintel de una puerta, según recomiendan que se debe proceder en estos casos. Pero la verdad, te sientes bastante ridícula. Bajos tus pies se está liberando una de las fuerzas más impresionantes de la naturaleza y mientras intentas mantener el equilibrio bajo una estructura que parece se te va a caen encima.
Como aquello no paraba decidimos que lo mejor era abandonar el edificio. Eran las tres y media de la mañana con un minuto y todos estábamos descalzos y en pijama. Así que te planteas ¿qué hago? ¿bajo descalza? ¿Me aventuro a ir a por un abrigo y unos zapatos? Como mas tarde descubrí hay una respuesta a esta pregunta por cada tipo de persona. Nosotros decidimos calzarnos y abrigarnos. Mientras tanto las paredes se seguían moviendo.
Bajamos las escaleras (el ascensor parecía un cubito de hielo en una coctelera así que, por motivos obvios, lo descartamos), pero cada escalón era una auténtica aventura. Ponía el pie derecho y me inclinaba completamente a la derecha (menos mal que mi cuerpo y la tierra se sincronizaron en la oscilación porque si no… ¡menudo tortazo!).
Cuando llegamos a la calle, el temblor había parado, pero todo el tendido eléctrico continuaba en su vaivén. Y de nuevo la pregunta ¿estoy aquí más segura que dentro? Y es que se podía caer uno de los poste, un cable se podía soltar o ¿por qué no?, también era posible que comenzara una lluvia de tiestos y macetas. Gracias al cielo, no sucedió nada de eso. Pero allí estábamos todos los vecinos en medio de la calle, recién levantados y como invitados de una fiesta de pijamas. De verdad que no existe escena más surrealista. Como si fuera un sueño. Supuestamente vivo en una ciudad con cierta peligrosidad, así que no suelo pisar la calle a esas horas y menos en pijama, despelujada y sin teléfono. Pero fue una experiencia excelente para conocer a mis vecinos.  Como todos estábamos nerviosos se levantó una corriente de simpatía y gente que no dice ni “mú” cuando te los encuentras en el portal se acercaban a contarte su experiencia. Además como no tenía mucho que hacer y para quitarme algo del nerviosismo (estaba temblando como un flan), me puse a fijarme en ellos. La mayoría de los vecinos habían bajado calzado y abrigados y otros no (fueron a la calle tal cual les había pillado el terremoto) Así me dí cuenta de qué vecinos tienen una pedicura perfecta o de cuales se comen las uñas. También y me quedé impresionada, de a quienes les dio tiempo de pasarse un peine antes de bajar. Definitivamente, antes muerto que sencillo: había un chico que hasta gomina llevaba. Y allí estuvimos como tres cuartos de horas… helándonos y a la espera de que hubiera una réplica. También escudriñábamos el edificio en busca de grietas y nos preguntábamos por nuestros familiares. Por supuesto las líneas telefónicas estaban colapsadas.
Al final, cuando el frio pudo más que el miedo, decidimos regresar a casa. Por suerte tuve la inercia de agarrar las llaves antes de salir, pero mis vecinas se olvidaron con las prisas… así que se quedaron encerradas en el rellano y decidieron pasar la noche en el coche (por supuesto les ofrecimos que se quedaran con nosotros).
Y ahora la pregunta definitiva ¿cómo se supone que voy a poder volver a dormir después de lo ocurrido?
Como dicen por aquí: ¡Ni madres!

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