Fragmento de Alba, Albita y Albota
En una época en
la que hacía tanto frío que los océanos estaban congelados y se podía caminar
sobre ellos, hubo una tormenta muy fuerte. Los relámpagos tronaban con una
furia nunca antes vista por el pueblo que habitaba las cavernas. Pensaban que
era el fin del mundo, pero con cada nuevo resplandor, el cielo se preparaba
para darles un regalo que cambiaría para siempre el rumbo de la humanidad: el
fuego.
De repente un rayo
iluminó el cielo y fue a caer sobre las ramas de un roble centenario. Era un
árbol muy viejo, tanto que los abuelos de los abuelos de los hombres de las
cavernas contaban que era más antiguo que el mundo y lo veneraban como si fuera
el padre de todas las cosas.
El rayo golpeo
el tronco con fuerza y lo partió en dos. Una de las mitades rodó por la ladera
prendida en fuego hasta llegar a la entrada misma de la cueva. Todos se
asustaron. ¿Qué era aquello que iluminaba como el sol? ¿Qué era aquello que
producía tanto calor que parecía que el verano hubiera regresado de los lejanas
tierras a las que huyó con la llegada del invierno?
Askiaté, la jefa
del clan y una de las mujeres más valientes de la historia se atrevió a
acercarse al fuego y lo observó durante toda la noche. Con el paso del tiempo,
el tronco del viejo roble iba desapareciendo y el fuego se hacía cada vez más
pequeño.
-Tal vez tenga
hambre- pensó-. ¿Qué comerá este extraño ser?
Así que le dio
un puñado de tierra. El fuego se hizo más pequeño aún.
-No, la tierra
no le gusta. ¿Una piedra quizá? Tampoco.
Entonces probó
con un muslo de antílope que había sobrado de la cena. El fuego pareció
agradecerlo pero aún así no alcanzó el tamaño con el que había llegado a la
cueva. De todas formas, hizo que la carne oliese deliciosa y supiese mucho más
rica que cruda.
Por último probó
con la madera de una de sus lanzas. Aquello sí le gustó al fuego que orgulloso
iluminó hasta el último rincón de la cueva.
Askiaté hizo un
pacto secreto con el fuego en el lenguaje que utilizaba para hablar con los
árboles. Ella y su pueblo se comprometían a alimentarlo para que les diera
calor y luz en las noches de invierno. Desde ese momento nunca más volvieron a
pasar frío.
-Abuela, ¡qué
historia más bonita! Pero no entiendo qué tiene que ver con la flauta.
-Los hombres del
Neardental no inventaron el fuego, lo descubrieron por casualidad. Antes de
fabricar cerillas y mecheros ya sabían que había que alimentarlo lo suficiente
para que no se apagase, pero no tanto como para que fuera un peligro. En Dijve Babe un lobo mordió un hueso
de oso y dejó la marca de sus dientes en cuatro agujeros perfectos. Tiempo después
la caverna fue descubierta por los hombres del Neardental que se asentaron
allí. En una fría tarde en la que no se podía salir a jugar, un niño jugó a
explorar todos los rincones de la cueva y encontró el hueso. Sopló por uno de
los extremos y entonces…
-¿Entonces?
-Nació la
música.