Pijamada en medio de la calle
Terremoto en la noche
Ayer a las tres y media de la mañana mi cama empezó a
temblar. Me recordó a la de la niña del Exorcista, solo que más fuerte. Al
principio no sabía si estaba viviendo una experiencia paranormal (hace poco fue
el día de muertos) o qué. Pero enseguida las puertas, las ventanas y, lo más
preocupante, las paredes se pusieron a crujir al unísono como si formaran parte
de un coro macabro. Y sí, ahí fue cuando me di cuenta: terremoto.
Desperté a mi familia y juntos nos refugiamos bajo el dintel
de una puerta, según recomiendan que se debe proceder en estos casos. Pero la
verdad, te sientes bastante ridícula. Bajos tus pies se está liberando una de
las fuerzas más impresionantes de la naturaleza y mientras intentas mantener el
equilibrio bajo una estructura que parece se te va a caen encima.
Como aquello no paraba decidimos que lo mejor era abandonar
el edificio. Eran las tres y media de la mañana con un minuto y todos estábamos
descalzos y en pijama. Así que te planteas ¿qué hago? ¿bajo descalza? ¿Me aventuro
a ir a por un abrigo y unos zapatos? Como mas tarde descubrí hay una respuesta
a esta pregunta por cada tipo de persona. Nosotros decidimos calzarnos y
abrigarnos. Mientras tanto las paredes se seguían moviendo.
Bajamos las escaleras (el ascensor parecía un cubito de
hielo en una coctelera así que, por motivos obvios, lo descartamos), pero cada
escalón era una auténtica aventura. Ponía el pie derecho y me inclinaba
completamente a la derecha (menos mal que mi cuerpo y la tierra se
sincronizaron en la oscilación porque si no… ¡menudo tortazo!).
Cuando llegamos a la calle, el temblor había parado, pero
todo el tendido eléctrico continuaba en su vaivén. Y de nuevo la pregunta
¿estoy aquí más segura que dentro? Y es que se podía caer uno de los poste, un
cable se podía soltar o ¿por qué no?, también era posible que comenzara una
lluvia de tiestos y macetas. Gracias al cielo, no sucedió nada de eso. Pero
allí estábamos todos los vecinos en medio de la calle, recién levantados y como
invitados de una fiesta de pijamas. De verdad que no existe escena más
surrealista. Como si fuera un sueño. Supuestamente vivo en una ciudad con
cierta peligrosidad, así que no suelo pisar la calle a esas horas y menos en
pijama, despelujada y sin teléfono. Pero fue una experiencia excelente para
conocer a mis vecinos. Como todos
estábamos nerviosos se levantó una corriente de simpatía y gente que no dice ni
“mú” cuando te los encuentras en el portal se acercaban a contarte su
experiencia. Además como no tenía mucho que hacer y para quitarme algo del
nerviosismo (estaba temblando como un flan), me puse a fijarme en ellos. La
mayoría de los vecinos habían bajado calzado y abrigados y otros no (fueron a
la calle tal cual les había pillado el terremoto) Así me dí cuenta de qué
vecinos tienen una pedicura perfecta o de cuales se comen las uñas. También y
me quedé impresionada, de a quienes les dio tiempo de pasarse un peine antes de
bajar. Definitivamente, antes muerto que sencillo: había un chico que hasta
gomina llevaba. Y allí estuvimos como tres cuartos de horas… helándonos y a la
espera de que hubiera una réplica. También escudriñábamos el edificio en busca
de grietas y nos preguntábamos por nuestros familiares. Por supuesto las líneas
telefónicas estaban colapsadas.
Al final, cuando el frio pudo más que el miedo, decidimos
regresar a casa. Por suerte tuve la inercia de agarrar las llaves antes de
salir, pero mis vecinas se olvidaron con las prisas… así que se quedaron
encerradas en el rellano y decidieron pasar la noche en el coche (por supuesto
les ofrecimos que se quedaran con nosotros).
Y ahora la pregunta definitiva ¿cómo se supone que voy a
poder volver a dormir después de lo ocurrido?
Como dicen por aquí: ¡Ni madres!